En los abismos ocultos de Chachapoyas,
Donde la plaza de armas oculta sus glorias,
Se alza el Río Negro, un enigma desafiante,
Sus aguas transgresoras, su caudal resonante.
Cuatro pilares de oro, soporte intrépido,
Sustentan la plaza, donde el misterio ha sido tejido,
Y en sus cimas, audaces, los ratones trepaban,
Contando leyendas subterráneas, susurros que dejaban.
El Río Negro, desenfrenado y ruidoso,
Un torrente salvaje, un canto poderoso,
Sus aguas rebeldes, desafían la calma,
Y en sus corrientes, danzan historias sin alma.
De noche, sus caudales son una sinfonía,
De furia y de deseo, una eterna armonía,
Las leyendas que lleva, ocultas y sombrías,
Resuenan en las almas, creando melancolía.
Antaño, en domingo de resurrección,
El mamífero descendió con sed, su sed encantó,
A beber de las aguas que fluyen sin calma,
Junto a Angela Sabarbein, misteriosa y santa.
Los personajes del pasado emergen,
Con el cura sin cabeza, la escena se sumerge,
Sobre el Río Negro, de aguas benditas,
Mas sagrado que el vino que el cura admira con citas.
El Río Negro, en sus ondas y remolinos,
Guarda secretos oscuros, destinos clandestinos,
Y sobre los pilares, los ratones se erigían,
Cuentacuentos valientes, leyendas transmitían.
En Chachapoyas, el Río Negro persiste,
Un rugir rebelde, un mito que resiste,
Sus aguas transgresivas, una danza apasionada,
Un río enigmático, una historia nunca olvidada.